Soy Pedro Gilabert. Nací en el año 1987. Vivo en Burriana, en la provincia de Castellón. España.
Mi vida siempre ha estado ligada a mis dos pasiones, la música y la informática. Ingenio y arte. Mediante mi trabajo y mis hobbies desarrollo estas dos pasiones, y siempre que puedo intento juntarlas.
Crecí con el auge de los videojuegos de los años 90, de hecho mi padre tuvo un negocio de alquiler de películas y videojuegos, y eso en cierta medida decidió mi pasión por el cine, los videojuegos y la narrativa en general.
De pequeño mis amigos y yo jugábamos a juegos de mesa de rol, y yo casi siempre asumía el papel de rolmaster: preparaba la historia, el juego, planteaba los objetivos, los personajes, los escenarios …
Cuando tenía 10 años ya teníamos ordenador en casa. Con un Windows 95, compraba revistas con CD-rom en el quiosco y trasteaba horas y horas con el ordenador, investigando e intentando entender cómo funcionaba. Además los juegos de PC ya comenzaban a rivalizar con los juegos de consola, por lo que los videojuegos pronto pasaron a ocupar todas las pantallas disponibles en casa.
A los 13 años compré en un quiosco un manual para hacer videojuegos. DIV Games Studio se llamaba.
A los 15 años, ya había jugado a cientos de juegos de Sega Master System 2, Sega Megadrive, PlayStation y PlayStation2.
Al entrar en la universidad, en el año 2006, cursé una ingeniería técnica en informática de gestión, que por aquel entonces era lo más cercano a un grado en diseño y creación de videojuegos.
Después de realizar prácticas en una oficina, me di cuenta que no quería dedicarme profesionalmente a la informática. No al menos, a algo puramente informático, necesitaba la corriente artística que había desarrollado durante esos años.
Paralelamente a estos hechos, cuando tenía 4 años me apuntaron a clases de violín extraescolares.
A los 12 años ya tocaba bastante bien el violín, tocaba en la orquesta joven de cuerda de Burriana donde hice algunos amigos que mantengo a día de hoy.
En casa me pasaba horas investigando con un teclado que me regalaron por mi cumpleaños y con una vieja guitarra de cuando mi madre era joven, el violín no era el mejor instrumento para investigar y experimentar la armonía musical.
Mientras seguía aprendiendo violín en el conservatorio, a los 14 años me compraron mi primer bajo eléctrico y a los pocos meses estaba tocando la batería en mi primer grupo de Punk.
En los años siguientes seguiría tocando en distintos grupos de Punk, Rock, Reggae, Ska, haciendo más de 80 conciertos con distintos grupos hasta que cumplí 23 años.
En aquella época ya estaba de lleno metido en el estudio de la técnica de violín, 8 horas de estudio al día, cursando estudios superiores y conociendo el repertorio de Beethoven, Mozart y Tchaikovsky.
Durante mis años de conservatorio, formé varios grupos de cámara y disfruté de muchos conciertos de dúos y tríos con piano y violoncello.
También formé un cuarteto de cuerda durante un par de años, encontrando ahí tal vez los momentos de entrega artística más intensos de mi vida.
Durante esos años, también cultivé otras aficiones, como la natación, religión que sigo fielmente a día de hoy. O el piragüismo, llegando a ser monitor en cursillos de verano conduciendo una Zodiac.
También desarrollé un gusto por el arte de cocinar a partir de algunos trabajos de verano en una pizzería familiar cerca de donde vivía.
Cuando terminé los estudios de violín, y también los estudios de informática, acababa de terminar una crisis económica en España, era el año 2011, apenas trabajaba un par de tardes dando clases particulares, y en una academía, rascando lo poco que encontraba. Incluso llegué a dar clases de batería en el Casal Jove de mi pueblo. Pero en un par de años tuve la suerte de encontrar un par de buenos empleos dando clases de violín y cuando me quise dar cuenta ya estaba trabajando seis días a la semana, dando clases, haciendo conciertos con orquestas sinfónicas los fines de semana y unas 20 bodas al año tocando con compañeros del conservatorio.
Las clases de docencia derivaron en clases de orquesta, y todavía hoy sigo dirigiendo la orquesta joven de Burriana, aquella orquesta en la que tocaba cuando era un niño.
Tenía claro que no trabajaría de informático, sería mi afición principal, y una buena herramienta para compaginar con mis trabajos en la docencia musical.
En el año 2015, tras haber terminado mis estudios, y para no perder del todo el hilo con la informática, decidí hacer un videojuego para Android, utilizando Eclipse y un motor gráfico gratuito en 2D llamado AndEngine. Con el poco tiempo libre que tenía tardé un año en terminar ese proyecto, con banda sonora original incluída, pero todo su desarrollo me produjo una enorme felicidad y satisfacción, y me di cuenta que podría dedicar mi vida a desarrollar más proyectos audiovisuales de forma individual, aunque para eso necesitaría más tiempo.
Y también más conocimientos. En 2016 comencé a dar clases de producción musical y de armonía ayudándome de un amigo técnico de sonido de cuando tocaba la batería.
En el año 2015 comencé a interesarme por las finanzas y la economía, y de forma autodidacta comencé a invertir mis ahorros y a generar unos ingresos extra que año a año siguen creciendo.
También di forma a una tienda de partituras online. Una tienda modesta pero que tambien genera algun beneficio todos los meses.
Ya con 31 años, descubrí Blender, y a los pocos días de conocerlo ya sabía que ese iba a ser mi juguete durante los próximos quince o veinte años.
También de forma autodidacta, ya en 2020 encontré y aprendí a utilizar Unity, y ahí vi que prácticamente ya tenía diversión para al menos el resto de mi vida. Encontré mi sino.
Actualmente, con un par de trabajos como profesor de violín que no me exigen muchas horas a la semana, con un par de extras que completan mi poca renta y con un estilo de vida bastante austero, puedo dedicar muchas horas de mi tiempo a desarrollar proyectos audiovisuales de todo tipo que me tienen entretenido y feliz durante varios meses cada uno de ellos.
Creo que si estos proyectos fueran parte de mi vida laboral no serían tan satisfactorios a nivel personal, ya que la necesidad de que fueran rentables me obligarían a atender otras cuestiones como el marketing o la promoción en redes sociales, y debería pensar los proyectos en términos de rentabilidad y no tendría libertad para hacer aquello que quisiera en cada momento.
Es por eso que me defino como creador multimedia independiente. Espero que disfruteis de mis creaciones tanto como yo he disfrutado creándolas.